Foto de archivo de la misionera Isabel Solá.

Dos años después del asesinato de la misionera catalana Isabel Solá en Puerto Príncipe (Haití), una antigua compañera de colegio, la periodista Mey Zamora, acaba de recuperar la historia de su vida desconocida en el libro «Lo que no se da se pierde».

El 2 de septiembre de 2016, la misionera catalana Isabel Solá Matas murió tras recibir dos tiros a la salida de un banco en Puerto Príncipe. Tenía 51 años.

La noticia conmocionó a sus allegados y conocidos, entre ellos su antigua compañera de colegio, la periodista Mey Zamora, a quien “La Vanguardia” encargó escribir un artículo sobre su vida.

A medida que hablaba con la gente que conoció a la misionera, se dio cuenta de que había una historia que “merecía la pena recuperar” y ahora la cuenta en su libro “Lo que no se da se pierde”, publicado por Plataforma Editorial.

“Nosotras fuimos compañeras de colegio. Nos llevábamos un año de diferencia. Nuestro punto de conexión estaba en que nos apuntábamos a unas actividades extraescolares que estaban vinculadas con el voluntariado y la acción social”, ha explicado la periodista Mey Zamora (Barcelona, 1964) en una entrevista con Efe.

La menor de seis hermanos, Isabel Solá nació en Barcelona en 1965 en el seno de una familia acomodada y no especialmente religiosa.

En su etapa adolescente, la joven sintió por primera vez “la llamada” mientras hacía voluntariado en un pueblecito almeriense, Macael, con sus compañeras de colegio, entre ellas, Zamora, y unas cuantas religiosas.

“A los 16 años, Isa tenía claro que quería ser religiosa y misionera. Cuando nos lo dijo, no nos sorprendió, aunque llamaba la atención que una persona que vivía en un entorno con todas las comodidades quisiera ser misionera”, afirma la periodista.

Según Zamora, Isa -en el libro la nombra siempre por su nombre de pila- era una persona cautivadora en todos los sentidos: “Físicamente, era muy atractiva. Tenía un carácter emprendedor, era muy artista y una feminista convencida. Nunca iba vestida de religiosa y tenía una gran capacidad para empatizar con los más necesitados”.

Con apenas 30 años, la religiosa de la congregación Jesús-María y enfermera de formación aterrizó por primera vez como misionera en Guinea Ecuatorial, en medio de una sociedad muy machista que intentó combatir a través de la educación.

“Hay nombres y apellidos de jóvenes guineanas que hablan de Isa como una santa porque ella les dio las herramientas educativas, les dio el valor para que pudieran trabajar y tener un sueldo: las dignificó”, asegura a Efe Zamora.

Si la realidad con la que se topó en África fue dura, lo que se encontró en Haití fue desgarrador: la pobreza extrema.

Apenas llevaba un año como misionera en Puerto Príncipe cuando un seísmo de siete grados en la escala de Richter sacudió la zona llevándose consigo la vida de 316.000 personas y dejando a 350.000 heridos y un millón y medio de damnificados.

“El trauma del terremoto la acompañó siempre: cuando tenía que pasar por encima de un puente, cuando sentía un temblor o en el metro. Pese a los miedos cotidianos, el seísmo la hizo muy fuerte”, afirma Zamora.

Tras la catástrofe, Isa creó un taller de prótesis para atender a los cientos de personas que perdieron algún miembro.

En 2016, cinco meses antes de morir asesinada, Isa redactó su testamento: “Durante el verano anterior vino a España y le dijo a muchas personas que en cualquier momento le podían pegar un tiro porque las cosas se estaban poniendo muy difíciles en la capital”. Poco después se confirmaron sus temores.

Puede que nunca sepamos exactamente el motivo de su asesinato ni los autores. Nadie quiere removerlo porque su familia y su congregación no tienen intención de investigarlo. Isa Solá está muerta y no sacarán nada de ello”, subraya la periodista.

Para escribir el libro, Zamora ha hablado con más de un centenar de personas que estuvieron presentes en diferentes etapas de la vida de la religiosa: “Isa murió en septiembre, y yo empecé a hablar con la gente en octubre-noviembre. Aún estaban pasando el duelo, pero querían recordar los momentos que pasaron con ella”.

Con “Lo que no se da se pierde”, el lema vital de la religiosa que da nombre al libro, la periodista quería explicar quién era Isa, cuáles eran sus proyectos y destacar “la figura de estas heroínas y héroes anónimos: los misioneros, tanto religiosos como laicos”.

Tras su muerte, algunos proyectos de la fallecida, como una escuela mixta que quería impulsar en Haití o el taller de prótesis, se ralentizaron, pero gracias a los esfuerzos de su congregación y su familia siguen vivos actualmente.

Por este motivo, una parte de los beneficios del libro irán destinados a la Fundación Juntos Mejor (FJM), de las religiosas de Jesús-María.

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