Los callos tienen un efecto beneficioso en los pies de los que caminan descalzos, ya que no comprometen la sensibilidad ni la marcha, mientras que el calzado puede reducir la capacidad de percibir estímulos. EFE/Nature.

Las personas acostumbradas a caminar descalzos tendrían una postura más natural, más sensibilidad y mejor equilibrio pese a las durezas de los pies.

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Durante las épocas de calor, como en el caso de la recién estrenada estación del verano, es muy común prescindir del calzado para aliviar los pies, ya sea usando sandalias o aprovechando los paseos por la playa, el césped o por casa para ir descalzos. Eso implica la aparición de callos en las plantas, los cuales suelen verse como lesiones antiestéticas aunque no por ello peligrosas.

Y de hecho, dichos callos serían incluso necesarios y saludables para el ser humano. Al menos así lo asegura una nueva investigación que indica algo que ya sospechaban algunos expertos: los callos son induraciones naturales de los pies, con el objetivo de proporcionar una forma cómoda de caminar incluso superior a los zapatos.

En el nuevo estudio, publicado en la revista Nature por un grupo internacional de investigadores procedentes de institutos de Estados Unidos, Alemania y África, se sugeriría que los callos de los pies pueden ofrecer protección sin comprometer la sensibilidad o la forma de caminar.

Los zapatos, sin embargo, producen una reducción de la sensibilidad y una alteración en la forma de caminar dado que modifican la forma en que las fuerzas de impacto se transfieren del pie a las articulaciones más altas en la pierna.

Aún así, los investigadores subrayan que con su estudio no pretenden sugerir que caminar descalzo sea más saludable que usar zapatos, sino que pretendían estudiar más a fondo la evolución humana.

Pero el hecho de que el ser humano haya evolucionado para caminar descalzo y que cubrirnos los pies altere nuestra bipedestación puede implicar que andar descalzo realmente sí sea mejor para la salud que los zapatos a largo plazo, según los investigadores, aunque esa hipótesis debería estudiarse más a fondo en futuros estudios.

Como bien recuerdan los mismos investigadores, durante la mayoría de los 200.000 años de existencia constatada del ser humano moderno, nadie llevó zapatos. De hecho, solo hace apenas 8.000 años que se tiene constancia del uso de calzado, aunque hay evidencias indirectas del uso de sandalias y mocasines decenas de miles de años antes. Además, los zapatos acolchados son más recientes todavía, con tan solo 300 años de historia a sus espaldas.

La experiencia de Kenia

Dado que los callos se producen en los pies descalzos, los investigadores se propusieron medir las ventajas que podrían proporcionar con respecto al calzado. Para ello, examinaron los callos de más de 100 adultos, la mayoría originarios de Kenia: aunque en su mayoría sí disponían de zapatos, debido a su hábitos ancestrales casi la mitad de ellos caminaban descalzos la mayor parte del tiempo.

Según los hallazgos del estudio, el grosor de los callos no disminuía ni la sensibilidad táctil ni la capacidad del pie para sentir la sensación del suelo mientras se camina. Los zapatos, por el contrario, gracias a sus fondos acolchados y suelas duras, reducían claramente esa sensación.

Así mismo, los callos muy gruesos no actuaban como simples cojines, dado que su grosor también se relacionaría con protección contra el calor u objetos afilados, algo que proporcionaría comodidad y seguridad. Según los investigadores, poseer esa sensación de tierra puede ayudar al caminante descalzo a mantener mejor el equilibrio, fortalecer los músculos y crear una conexión neuronal más fuerte entre los pies y el cerebro.

Por otro lado, parece que el uso de zapatos suaviza el impacto inicial de la pisada, pero acaba provocando mayor impacto en las articulaciones superiores, algo que a largo plazo podría aumentar el riesgo de problemas de rodillas y caderas. Aunque, una vez más, los investigadores sugieren que es algo que debería estudiarse en futuras investigaciones.

De momento este trabajo sería solo el principio de un futuro grupo de investigaciones, dado que se han sugerido múltiples hipótesis en diferentes ámbitos. Además, el trabajo no carece de limitaciones: solo se estudiaron 100 sujetos, la mayoría de ellos de un único país, y su sensibilidad a nivel de la planta del pie se estudió en reposo mediante vibraciones en la planta del pie o suela del zapato, y no cuando los individuos caminaban.

Caminar descalzo puede ser una opción beneficiosa, pero no para todo el mundo: los individuos con diabetes o problemas neurosensoriales que afectan a los pies podrían lesionarse fácilmente sin darse cuenta, dada la falta de sensibilidad asociada a estas patologías.

Por tanto, las recomendaciones sobre caminar descalzo o no deben individualizarse, según los investigadores, aunque sí aconsejan intentarlo la mayor parte del tiempo siempre y cuando no se sufra ninguna enfermedad que afecte a la sensibilidad, y el medio lo permita.

[Más información: Por qué pisar descalzo un Lego produce un dolor incomparable, explicado por la ciencia]

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