Una joven en postura de meditación.

Ansiedad, miedo y percepciones distorsionadas son algunas de las situaciones descritas por quienes las han sufrido, un problema infravalorado. 

Más de un 25% de las personas que practican meditación de forma habitual han experimentado al menos en una ocasión algún tipo de situación psicológica «particularmente desagradable» y perturbadora, lo que incluye sensaciones de miedo o ansiedad, así como percepciones y emociones distorsionadas. Así lo recoge un estudios elaborado por investigadores del University College de Londres (UCL) con más de un millar de participantes y que publica la revista PLOS ONE.

Además, estas situaciones se daban con mayor probabilidad en tres grupos de personas iniciadas en la meditación: aquellos que habían acudido a un retiro espiritual, los que practicaban únicamente un tipo de meditación ‘deconstructiva’ como la denominada Vipassana («visión») o la meditación del budismo Zen Koan, y los que demostraban en las encuestas planteadas durante el estudio tener mayores niveles de pensamientos negativos reiterados.

«Estos datos apuntan a la necesidad de ampliar el conocimiento público y científico sobre estas prácticas de meditación más allá de como técnicas de bienestar», afirma el investigador principal, Marco Schlosser, de la División de Psiquiatría del UCL. «Sabemos muy poco sobre por qué, cuándo y cómo estas dificultades aparecen al meditar. Necesitamos investigar más para entender la naturaleza de estas experiencias. ¿Cuándo se pueden considerar que las vivencias perturbadoras forman parte del desarrollo meditativo y cuándo son efectos secundarios negativos a eliminar?».

Fue precisamente la aparición de un número «limitado pero creciente» de informes sobre experiencias similares a las descritas en personas que practicaban la meditación lo que dio inicio al estudio, el que también han colaborado la Universidad de Witten/Herdecke (Alemania) y la de Ljubljana (Eslovenia). Los investigadores disponían de casos de estudio describiendo las situaciones de angustia y desasosiego, que también habían sido «vívidamente relatadas» en textos del budismo tradicional. El objetivo, en este caso, era el de determinar la prevalencia de estos episodios.

Los participantes debían responder a esta pregunta: «¿Ha padecido usted alguna sensación psicológica desagradable, tal y cómo la ansiedad, el miedo, las emociones distorsionadas o una percepción alterada de sí mismo o del mundo, que relacione con su práctica de la meditación?». También informaban de sus hábitos y frecuencias de realización, si acudían a retiros espirituales o no, y sobre qué tipo de meditación practicaban: Atencional, Constructiva o Deconstructiva. Finalmente, debían rellenar índices con respecto a los pensamientos negativos reiterativos y el sentimiento de autocompasión.

De los 1.232 individuos encuestados, un 25,6% indicó haber sufrido alguna experiencia psicológicamente perturbadora como las descritas anteriormente y relacionada con la práctica de la meditación. Éstas eran más frecuentes en hombres: un 28,5%, con respecto al 23% de las mujeres. Además, ser una persona creyente demostró servir en cierta medida de protección: las experiencias desasosegantes se dieron en un 30,6% de personas ateas, mientras que solo en un 22% para las que tenían convicciones religiosas.

Otros datos: el 29,2% de quienes practicaban exclusivamente tipos de meditación deconstructiva habían pasado por esta clase de experiencias inquietantes, en comparación con el 20,3% que las sufrieron al practicar cualquiera de las otras dos meditaciones. Por último, si habían acudido a un retiro en algún momento de sus vidas, las posibilidades de que este episodio se produjese se disparaban al 29%. Sin embargo, entre quienes nunca habían participado en una actividad de este tipo la incidencia del fenómeno se limitaba al 19,6%.

«La mayor parte de la investigación sobre la meditación se ha enfocado en sus beneficios, pero el rango de experiencias meditativas estudiadas por los científicos debe extenderse», insiste Schlosser. «Es importante que, llegados a este punto, no lleguemos a conclusiones precipitadas sobre los efectos negativos de la meditación. Los estudios longitudinales nos ayudarán a entender cuándo, para quién y en qué circunstancias surgen estas experiencias desagradables, y si pueden llegar a tener efectos a largo plazo».

El objetivo final es suministrar información a las guías clínicas, a los manuales de mindfulness y a los entrenadores de meditación de potenciales riesgos poco conocidos a día de hoy. Para ello, sin embargo, se requieren estudios en mayor profundidad que aborden de forma separada cada una de las perturbaciones psicológicas descritas y evalúen su intensidad. También, según apuntan las anotaciones a las limitaciones del estudio, es imperativo que se investiguen los antecedentes de posibles trastornos anteriormente sufridos por los participantes ante la posibilidad de que la meditación sea un desencadenante de patologías mentales previas.

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