El presidente del Gobierno anduvo de mitin este pasado fin de semana por Andalucía en supuesto apoyo de la candidatura de Díaz, con quien no siempre ha compartido las mismas ideas ni las mismas intenciones, pero que el temor a un mal resultado electoral que los debilite a ambos parece que los une. De esta manera, ha aprovechado su recorrido por tierras andaluzas para insistir en algunos de los mensajes económicos que viene repitiendo desde que acordó un borrador de Presupuestos con Podemos, plasmado en un papel en el que se confundía Gobierno con partido, al emitir el comunicado con los membretes de Podemos y del Gobierno de España, cosa que no había sucedido antes de una manera tan clara. En ese documento, se detallaban todas las medidas que los socialistas y los podemitas querían llevar a cabo, donde se atendían todas las exigencias de la extrema izquierda y se abría la puerta a satisfacer muchas de las demandas de los independentistas y nacionalistas, pues al ser un Gobierno con tan escuálido grupo parlamentario, necesita de todos los que le auparon a la presidencia del Gobierno tras la moción de censura.

Ahora bien, como los independentistas son también insaciables, parece que puede haber desavenencias que no permitan encarrilar la mayoría necesaria para sacar adelante las Cuentas Públicas. Eso sería una buena noticia, pues el terrible incremento de gasto que suponen los Presupuestos que quiere aprobar Sánchez constituiría un elemento terriblemente nocivo para la economía española, al ligar estructuralmente la subida de las pensiones al IPC, con un coste de 700 millones de euros, elevar un 3% las pensiones mínimas, con otros 300 millones más de gasto, o elevar los ingresos por cuidado de hijos a las personas con menos ingresos, junto con la gratuidad de la enseñanza de cero a tres años, que suponen otros 300 millones de euros adicionales, entre muchas otras medidas de gasto expansivo. Junto a ello, una brutal subida de impuestos, que lastrará la economía y, como colofón, la subida exponencial del salario mínimo, hasta 900 euros, que puede llegar a ser la peor medida de todas ellas.

Por eso, si no hay presupuestos, será una buena noticia. Sin embargo, Sánchez se ha apresurado a decir este fin de semana, mientras mitineaba, que sus planes económicos los va a sacar adelante haya o no Presupuestos. Es decir, que piensa gobernar por Real Decreto Ley tanto tiempo y en tantos aspectos como sean necesarios. Incide fuertemente en la subida de las pensiones, cuando sabe que lo que necesita el sistema es una reforma profunda que asegure su viabilidad, asegurando que las pensiones las va a subir en cualquier caso. Tres cuartos de lo mismo hizo con el salario mínimo, diciendo que lo elevará lo apoyen o no PP y Ciudadanos, con el siguiente mensaje: “Un país próspero no puede tener trabajadores pobres”.

Puede ser cierto, pero para que un país sea próspero, no debe existir un intervencionismo público como el propuesto por el Gobierno, que expulsará del mercado de trabajo a muchas personas, porque no generarán un valor que permita cubrir el coste laboral que supondrá esa subida del salario mínimo, además de incrementar la economía sumergida. Si Sánchez no quiere trabajadores pobres, lo que tiene que hacer es no aplicar esas medidas, pues son las que empobrecerán a los trabajadores, pero me temo que la demagogia política volverá a imponerse a la realidad y se perpetrará, así, ese grave ataque a la economía y prosperidad de los españoles.

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