Hasta ahora VOX venía sufriendo la violencia de la extrema izquierda podemita y de los lazis independentistas en un grado más o menos similar al que tienen que aguantar el Partido Popular y Ciudadanos. Sólo un mes antes de la celebración de las elecciones en Andalucía, uno de los casos más furibundos contra los de Santiago Abascal tuvo lugar en un hotel de Murcia cuando un violento grupo intentó impedir uno de sus actos, intentó agredir a sus dirigentes, insultándoles y deseando la muerte a José Antonio Ortega Lara, miembro del partido y víctima de ETA. Sin embargo, antes de este incidente, ya habían sufrido muchas pintadas con insultos en las fachadas de sus sedes y bastantes acosos a los voluntarios de los puestos informativos que suelen instalarse en las calles, este es el trato habitual de ultras de izquierda hacia los que piensan distinto a ellos. Pero esto no es muy distinto de lo que sufren otros partidos tan democráticos y constitucionalistas como VOX.

Sin embargo, a partir de conocerse los inesperados resultados de la formación liderada por Abascal en las autonómicas andaluzas, los actos violentos contra VOX han ido en aumento hasta llegar a una situación en la que, incluso, podemos esperar cualquier día la mayor de las desgracias. Se les apedrea, se les agrede física y verbalmente cometiendo de forma reiterada e impune lo que nuestro Código Penal califica claramente como delitos de odio, se les amenaza de muerte y mediante la fuerza bruta se les impide celebrar sus actos una y otra vez. Y no pasa nada más porque Dios no quiere. La extrema izquierda siempre ha creído que le es lícito usar el grado de violencia que sea necesario para evitar que se expresen los que no opinan como ellos o, sencillamente, para impedir que sus adversarios ejerzan el poder cuando lo alcanzan democráticamente.

El responsable personal, claro y directo de todas estas agresiones es Pablo Iglesias por la no tan velada invitación a la violencia que hizo junto a Alberto Garzón la noche de los comicios de Andalucía. El líder del partido de extrema izquierda pidió a independentistas, proetarras y colectivos de izquierdas, un frente “antifascista” para frenar a VOX. Pero no es el único culpable. Tanto Pedro Sánchez como Albert Rivera han colaborado con Iglesias para colocar a VOX en el punto de mira de los exaltados. Los socialistas tratan de convertir ante la opinión pública al partido de Abascal en nazis despiadados contra quienes no hay más remedio que construir un cordón sanitario que los aísle, para así hacer ver que Ciudadanos llega a la Junta de la mano de la extrema derecha. Y  los naranjas, a su vez, los tratan como a apestados, negándose hasta a hablar con ellos, comparándoles con los proetarras de Bildu porque creen absurdamente que señalando a otros como fascistas les van a dejar en paz a ellos.

Y también los medios de comunicación son responsables de haber generado el ambiente en el que las agresiones a VOX parecen estar justificadas. Prensa que llevan meses manipulando la información para que su público crea que la formación de Abascal es un partido fascista, antidemocrático, anticonstitucional, machista, racista y xenófobo. Y que, cuando finalmente no les ha quedado más remedio que entrevistar a sus líderes, no pueden evitar demostrar delante de las cámaras la repugnancia que sienten ante el político que tienen delante, sólo porque discrepa del discurso único progresista. Informaciones falsas adornadas de opiniones sectarias e interesadas en desprestigiar a VOX que llegan a ser tan ridículas que causan el efecto contrario al pretendido. Porque los de Abascal se crecen en la adversidad y cuanto más les golpean y les acosan los progres, más españoles acuden a sus actos y más votos recogen en las urnas. Los violentos hacen crecer a VOX.

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