El despropósito gubernamental debe ser combatido sin pausa por mucho que se produzca a diario. Tanta insistencia pone el Gobierno de Pedro Sánchez por actuar contra los intereses generales de España que supone una obligación insoslayable el hecho de denunciar cada uno de los casos. Sólo alguien muy torpe, o muy malintencionado, puede elegir a una separatista como Mònica Terribas para moderar un debate organizado con motivo del 40 aniversario de la Constitución y donde participarán personajes históricos de nuestra democracia como el ex presidente Felipe González o el ex diputado Miquel Roca. La elección de Terribas como moderadora de un acto así es como darle las llaves de una casa a alguien que quiere destruirla.

Terribas es una periodista de la radio pública catalana que, entre otros méritos, incitó a sus oyentes a que delataran las posiciones de los policías nacionales y los guardias civiles durante los días previos al referéndum independentista del 1 de octubre de 2017. Es surrealista que el Gobierno de España, a través de su delegada en Cataluña, Teresa Cunillera, elija como moderadora a Terribas para una charla que se titula ‘La Constitución Española de 1978: vigencia y futuro’. La misma vigencia y el mismo futuro que, golpe de Estado mediante, han tratado de romper los independentistas catalanes. Algo que, por otra parte, no es de extrañar si tenemos en cuenta que la propia Cunillera ha rechazado la aplicación del artículo 155 e incluso se ha mostrado partidaria del indulto a los golpistas.

En esas manos estamos y como la única meta de Pedro Sánchez es ocupar el sillón de La Moncloa sea al precio que sea, no dudará en seguir haciendo concesiones a independentistas, nacionalistas y proetarras con tal de que sigan sosteniendo la raquítica viabilidad de una estructura gubernamental con aluminosis. Por eso, entre otras cosas, Sánchez permite que la jauría de ERC insulte hasta el paroxismo a su ministro de Exteriores, Josep Borrell. Por eso, también, la abogada general del Estado, Consuelo Castro, defiende la primacía del catalán, euskera y gallego sobre el español. A eso hemos llegado. Sólo unas elecciones generales anticipadas pueden acabar con el dislate diario que coloniza nuestro país.

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