Il n’y a plus rien de caché en Espagne pour l’ambassadeur de France –Nada oculto hay en España para el embajador de Francia–. Esta frase a modo de instrucción la recibió el diplomático y militar Ferdinand de Marcin, conde de Marcin, cuando el absolutista Luis XIV, el Rey Sol, le encargó vigilar muy de cerca los designios de Felipe IV. Ello, dentro de su pretensión hegemónica de forjar una “monarquía universal” que absorbiera a la Corona española. He aquí el síndrome del Rey Sol que Leopoldo Calvo-Sotelo atribuyera siglos después al entonces presidente de la République Valéry Giscard d’Estaing por su chauvinismo y su actitud de superioridad, la que “le llevaba a mirar a la nueva España democrática casi como si fuese un protectorado francés”.

Desde Giscard d’Estaing, que quiso controlar el proceso de la Transición en este país, no se recordaba mayor injerencia de El Elíseo en la vida política española que la protagonizada esta semana por el Gobierno de Emmanuel Macron y su particular conde de Marcin, el ex primer ministro francés y candidato de Ciudadanos a la Alcaldía de Barcelona, Manuel Valls. “¿Le preocupa que VOX participe en un pacto en Andalucía para sostener a un Ejecutivo del que formaría parte C’s, que está en el grupo liberal europeo y que, además, es socio electoral de La République en Marche?”, fue la pregunta que la prensa dirigió hace unos días a la ministra francesa de Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau.

Cada país tiene sus especificidades y cada partido toma sus propias decisiones“, respondió de manera instantánea la dirigente. Pero Loiseau no se quedó ahí, cuando podía haberlo hecho perfectamente, y perpetró la aberrante intromisión. Afirmó que “siendo miembro de un partido que se ha batido contra la extrema derecha, no puede haber ningún pacto con un partido de extrema derecha que defiende valores que son completamente contrarios a los nuestros”. Otra vez el síndrome de Luis XIV y además usando la mentira.

Porque ni VOX es el Front National, al que se han medido los macronistas, ni el partido de Santiago Abascal va a tejer una alianza europea con la formación de Marine Le Pen en los comicios de mayo. En el cuartel general de los voxistas contemplan integrarse en un nuevo grupo europeo, ajeno a los conservadores populares y a los eurófobos, y del que formaría parte, por ejemplo, el Fidesz húngaro de Viktor Orbán. Este nuevo reparto de fuerzas en el Viejo Continente es lo que trae de los nervios a Macron, el socioliberal que al igual que Valls formó parte del Gobierno socialista de François Hollande. ¿A qué intereses financieros responde su napoleónico deseo de dibujar un nuevo mapa político de corte progresista? ¿Hay por ahí algún Soros?

Con todo, lo preocupante aquí es su influencia sobre Ciudadanos y cómo el partido de Albert Rivera puede verse arrastrado por sus socios, perdiendo por el centroderecha los votos que vaya arañando por el centroizquierda. Resulta difícil de digerir que la formación que ha hecho historia en Cataluña, ganando unas elecciones a los hoy separatistas, con una defensa desacomplejada de España y de la igualdad de todos los españoles, sea correa de transmisión de los que se toman a esta Patria como un “protectorado francés”. O Rivera marca cierta distancia con ese entrometimiento del conde de Marcin o lo pagará caro en las urnas de todo el país.

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