Tavares posa para ABC en la Ciudad Deportiva – Copa del Rey

El pívot del conjunto blanco repasa su trayectoria para ABC. De su Costa Verde natal a lo más alto de la Euroliga tras pasar por la NBA

A Walter Tavares (Cabo Verde, 1992) le gusta pasar desapercibido, pero sus 221 centímetros de altura complican mucho ese deseo. «Cuando voy al cine, mi mujer es la que va siempre a por las palomitas», bromea. Su figura interminable atrapa más estando cerca, aunque el pívot del Real Madrid es un tipo tímido y amable, cuyo origen humilde se nota ya en el primer contacto. En la cancha, donde hoy se medirá al Estudiantes (21.30 horas, #Vamos), se crece hasta hacerse inabarcable para los rivales.

¿Cuándo empezó a crecer?

(Resopla). Recuerdo que hasta los 14 o 15 años era un niño normal, pero cuando me fui a hacer el DNI en Cabo Verde con esa edad empecé a dar el «estirón». En mi caso, un estirón de casi medio metro, porque entonces medía como 1,85 metros y ahora mido más de 2,20. Recuerdo que en esa época me dolían mucho las rodillas y los tendones y yo no sabía por qué era hasta que me dijeron que estaba creciendo.

¿De dónde le viene la altura?

En mi familia siempre han sido todos altos. Mis abuelos medían más de dos metros los dos y mis padres también son muy altos.

¿De niño, ser tan alto es una ventaja o un inconveniente?

Depende. Siempre fui de los altos de mi clase, pero no era nada exagerado. Los niños tenían miedo de jugar conmigo al fútbol porque era más fuerte que ellos. Cuando iba a por el balón siempre me dejaban pasar (se ríe). Para mí ser alto ha sido difícil porque soy una persona muy tímida, que no le gusta que le den los focos, pero lo he llevado bien. Es duro, porque no puedes esconderte. Hubiera sido mejor no ser tan tímido, pero dios no te da todo perfecto.

Con esa altura, jugaría al balocesto desde pequeño, ¿no?

¡Que va! Realmente empecé muy tarde a jugar, con 16 o 17 años. Recuerdo que estaba con mi abuela en la puerta de casa y vino un alemán que tenía un negocio allí cerca a preguntarme si quería jugar al baloncesto. La gente llevaban un tiempo diciéndome que tenía que dejar de jugar al fútbol, que era lo que yo hacía siempre, y pasarme al baloncesto, así que fue la oportunidad perfecta. Le dije que sí y él me sacó una foto. La llevó a Gran Canaria y a partir de ahí comenzó mi historia como jugador.

¿Qué recuerda de aquella infancia en Cabo Verde?

Que solo tenía unas zapatillas y las utilizaba para todo. Para jugar al fútbol, para ir a la escuela y también para la iglesia. Me pasaba mucho tiempo limpiándolas hasta que se rompieron. Por eso, luego iba a todos los sitios en chanclas. Cuando llegué a Gran Canaria, como iba siempre con ellas puestas, en el vestuario me empezaron a llamar «Chola», que es como le dicen allí a las chanclas. Me encantan. Si pudiera, las llevaría hasta a las galas de premios. (Se ríe, aunque para la entrevista luce unas zapatillas modernas y enormes. Un 54 interminable).

¿Y sigue yendo a Cabo Verde?

Todos los veranos vuelvo a casa. Siempre. Es ahí dónde he empezado y me recuerda a mis orígenes. Me ayuda a no cambiar. A seguir siendo el chaval que salió de allí persiguiendo un sueño. Voy, veo a amigos y familia… y este año voy a hacer por primera vez un Campus con niños y estoy muy ilusionado. No les van a faltar zapatillas para jugar al baloncesto. No tendrán que ir en cholas (se ríe).

«En la Copa jugué mi primer gran partido. España entera supo entonces quién era Tavares»

¿Cómo fue aquel viaje, dejando todo atrás, buscando un sueño?

Fue muy difícil, no le voy a mentir, pero yo lo vi como una oportunidad de mejorar. En mi casa nunca pasamos hambre, pero sí que costaba poner la comida en el plato tres veces al día. Mi abuela y mis padres trabajaban mucho para que no pasáramos hambre, así que yo pensé que tenía que intentarlo. No sabía nada de baloncesto. Solo conocía a Michael Jordan y sus zapatillas. Vi que con esfuerzo y dedicación podía aprender. Todo el mundo me decía que tenía que trabajar duro y eso es lo que he hecho. Ese es el camino que seguí para llegar a donde estoy hoy.

Aprendió muy rápido…

Sí, pasó todo a gran velocidad. Me acuerdo que el día que me llamó Pedro Martínez por primera vez para entrenar con el equipo de ACB lo pasé muy mal. Él tenía fama de ser un entrenador muy duro, muy exigente y disciplinado y yo estaba muy nervioso. Me acuerdo y sudo. Luego, cuando llegué ahí, todo el mundo me ayudó y Pedro me hizo trabajar duro, pero muy bien. Le debo mucho de lo que ha pasado después.

De ahí pasó a la NBA en poco tiempo, ¿qué le queda de aquella etapa tan dura?

Me quedo con la madurez. Aprender del sufrimiento y, a pesar de todo, seguir trabajando para conseguir tu sueño. Creo que allí di todo para jugar algunos minutos y aquella frustración acumulada me sirve ahora para valorar mucho más todo lo que me está pasando. Hay que entender que no siempre van a salir las cosas como tú quieres en la vida. No sé si voy a volver a la NBA algún día o no, pero sé que voy a seguir esforzándome y trabajando gracias a aquel aprendizaje. No tuve suerte de jugar mucho, pero agradezco la experiencia. Hay gente que trabaja muy duro allí en la NBA, como yo, pero estando allí te das cuenta de que siempre hay alguien que se esfuerza por lo menos tanto como tú. Era muy difícil. No se podía bajar la guardia nunca. Eso me enseñó el camino para triunfar.

¿Qué pasó para que decidiera volver a Europa?

Lo que pasó es que los Cavaliers tenían una idea conmigo, un futuro diseñado para mí, que cambió de un día para otro. Así ocurren las cosas allí. Hubo un traspaso de un compañero y todo cambió. Mi destino era entonces jugar un año más en la liga de desarrollo. Estaba fastidiado por cómo se habían torcido las cosas a última hora. Estaba triste, así que cuando me llamó el Madrid no me lo pensé. No quería jugar otra vez en la «D League», que es un campeonato durísimo. Los jóvenes que están ahí dan el máximo todos los días para llamar la atención de las franquicias NBA. Se viaja de madrugada, apenas duermes y no tienes tiempo de preparar los partidos. Es una parte que no se ve de la NBA y que se valora poco. Yo no quería pasar otra vez por eso, así que no lo dudé y me vine a España.

«Maduré mucho estando en la NBA, aunque no casi jugara. Aprendí del sufrimiento y por eso valoro todo más»

En unas horas ya estaba jugando en Madrid y a los pocos meses era campeón de Europa y de Liga con el equipo blanco…

Ni me lo hubiera imaginado. Solo sabía que tenía que venir y aprovechar la oportunidad. Jugar en este equipo es muy complicado, porque hay mucha calidad. Es un equipo ganador y que lucha por todo y hacerse un hueco no ha sido fácil.

Llegó con el equipo muy necesitado por las lesiones, ¿le pasó factura la presión?

Sabía que me iba a costar, pero confiaba en mí. Tenía experiencia en la liga y eso me allanó el camino, pero sobre todo mis compañeros y los entrenadores fueron fundamentales para esa adaptación rápida. Me dieron un montón de hojas con jugadas que me estudiaba en casa con mi pareja. Ella me echaba una mano. Le gusta mucho el baloncesto y la hacía participar para hacerlo más llevadero.

Acabar en un club como el Real Madrid gustándole tanto el fútbol debe ser algo especial…

Por supuesto, pero yo de pequeño lo que quería era jugar en el Benfica. Tenía un amigo, que es ahora futbolista, con el que siempre soñábamos que jugaríamos allí, yo de defensa y él de delantero. Sabíamos que era muy difícil (se ríe). Ahora en Madrid disfruto mucho del fútbol. Imagine si yo soñaba jugar en el Benfica, que es un gran club, y he acabado en el Real Madrid, que es el más grande de todos. El que tiene más títulos. Me gusta ir al Bernabéu de vez en cuando y sentarme con la gente, porque cada vez que hay un gol todo el mundo se abraza. Es un orgullo pertenecer a este club.

Imagine por un momento que Solari le diera la oportunidad, ¿de qué le gustaría jugar?

(Se ríe). No lo sé, estaría bien de delantero para rematar. Con todos esos jugadores tan buenos, como Kroos o como Modric, poniendo los centros tan bien, creo que podría defenderme un poco ahí (bromea).

¿Cómo llega el equipo a la Copa?

Llegamos muy bien. Jugamos en casa y eso nos beneficia. Estamos acostumbrados a este tipo de torneo y eso es clave. Porque hay mucha presión y hay que saber llevarla. Creo que vamos a hacerlo muy bien.

«Nunca pasamos hambre, pero nos costaba tener tres platos al día. Mis padres y mi abuela trabajaban mucho»

Es el único título que le falta…

Es especial por eso, pero también porque fue en la Copa donde jugué mi primera gran partido. Una actuación, en Málaga, que me catapultó. Que hizo que los ojeadores de la NBA se fijaran en mí. España entera supo quién era Tavares. A partir de ahí despegué.

Debutan hoy ante el Estudiantes, que les ganó en el duelo de liga y que, además, es un derbi.

Sí, tenemos el paquete completo para estar motivados. Pero ellos también juegan en casa y estarán bien arropados. Va a ser una gran partido, complicado, pero estamos confiados.

Elija: un tapón o una canasta para el último segundo de la final

Ufffff. Creo que en la final de la ACB del año pasado hice un tapón a Shengelia para ganar el partido, pero también me gustaría ahora hacer un palmeo para meter la canasta ganadora. Sería memorable. Siempre imagino que meto una canasta para ganar, pero me vale si es un tapón que evita la del contrario. Eso es algo que me gusta hacer. Lo que sea, pero que ganemos.

La gente se fija poco en la defensa…

Sí, la gente recuerda más los 40 puntos de Harden o el tiro de Llull para ganar la Copa. Siempre se valora el ataque. La defensa es la parte más importante, pero luce menos. Yo disfruto mucho defendiendo. Hay que meterla, pero sin defensa no se gana.

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