Historias del deporte

El delantero austríaco fue uno de los jugadores más laureados durante el periodo de expansión nazi en Europa

En un periodo de la historia en el que la figura de Hitler comenzaba a aterrorizar al mundo entero, fue la figura de un deportista la que se atrevió a desafiar a todo un régimen.

Matthias Sindelar es un caso más de los polacos que se buscaron la vida en Austria y él, concretamente en el mundo del fútbol. Asentado en el barrio Favoriten de Viena, comenzó a darse a conocer en los pequeños campos regionales hasta llegar con 15 años al Austria Viena, club que gracias a sus goles conquistó varios trofeos nacionales. En 1926, sus méritos le auparon a la selección de Austria con 23 años.

Apodado como «el Mozart del fútbol», conformó un combinado temible en Europa, llegando incluso a disputar las semifinales de la Copa del Mundo en 1934 contra la que acabaría siendo la campeona, Italia.

Sindelar se quedó con la miel en los labios de poder ganar un Mundial y se preparó con especial intensidad para llegar al que se celebraría cuatro años después en Francia. No obstante, un gran obstáculo se encontró en su camino. En 1938, la Alemania nazi se anexionó Austria, y con ello, la selección austríaca a la germana. Además, se expulsaron a todos los clubes y futbolistas judíos.

Partido honorífico

Con motivo de la unión entre ambas naciones, se disputó un partido honorífico entre los dos conjuntos nacionales. Un encuentro en el que no podía faltar el delantero Sindelar como principal atractivo de los austríacos. No obstante, Alemania no podía perder ante la atenta mirada de Adolf Hitler, que estaba en el palco del Prater Staidum de Viena.

La primera mitad se cerró sin goles, con varias oportunidades de gol clarísimas extrañamente erradas por Sindelar. Pero todo cambiaría en el segundo tiempo. Austria acabó ganando el partido por 2-0, y el ariete más famoso del equipo local anotó uno de los tantos. Existen varios rumores que apuntan a que tras el choque, el atacante realizó una danza a modo de burla que enfureció al Fuhrer.

Fue la última vez que el «Mozart del fútbol» vestir de corto, pues renunció a jugar en la nueva selección alemana. Una actitud que desembocó en una sospechosa muerte en 1939 después por «inhalación de monóxido de carbono».

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