Azarenka, con su hijo Leo en un entrenamiento – Torneo de Acapulco

La bielorrusa cuenta a ABC el difícil equilibrio entre ser madre y luchar por volver a la élite tras una dura batalla por la custodia de su hijo Leo

Cuando Victoria Azarenka era número uno, que lo fue durante 51 semanas en las que mandó con autoridad ganando incluso dos veces en Australia, era mucho más distante y seca, mucho más. «Cuando estás arriba, te cierras, vives con mucha presión», cuenta desde Acapulco, invitada por el Abierto Mexicano para impulsar una carrera que ha sufrido un cambio brutal. En diciembre de 2016, la bielorrusa decidió ser madre y la vida le llevó a otra realidad, complicadísima la combinación de pañales y raquetazos. Además, se separó de Billy McKeague, el padre de su hijo Leo, y desde entonces lo ha pasado francamente mal, enfrascada en una lucha muy dura por la custodia del niño. La justicia, además, acordó que el crío no debía moverse de Los Ángeles (ahí habían fijado la residencia) hasta que no hubiera acuerdo, con lo que Azarenka tuvo que dejar el tenis en segundo plano ya que, si se movía y pasaba tanto tiempo fuera tal y como exige el calendario, podía perder la guarda.

Jugó 36 partidos en 2016, solo seis en 2017 y 29 el año pasado, ya con permiso para desplazarse con su hijo. Sin embargo, se reabrió el litigio con su ex y este mismo curso, en Australia, estalló ante los medios después de perder en primera ronda contra Laura Siegemund. «Disculpadme. He pasado mucho en mi vida, a veces me pregunto por qué. Pienso que estas cosas me van a hacer más fuerte. Estoy muy mal. Voy a trabajar mucho, necesito tiempo y paciencia y un poco de apoyo. Eso es todo», dijo desconsolada y entre lágrimas.

En Acapulco, Azarenka está dispuesta a hablar de su vida sin filtros, y eso que no suele ser sencillo tocar ciertos temas con los deportistas. «Lo que intento es ordenar todo y encarrilar de nuevo mi carrera. Lo hago lo mejor que puedo, pero no siempre encuentras la respuesta», cuenta a ABC cuando se le recuerda ese episodio, sentada en un taburete con vistas al Pacífico y con unas modernas gafas de sol. Habla de Leo con devoción y la charla omite los tópicos del deporte para enfrentarse a donde la vida le ha llevado. «Exige una larga conversación y no tenemos tanto tiempo, solo unos diez minutos. Pero, mire, estoy contenta de estar aquí, ahora vengo siendo madre. Antes vine como jugadora de tenis, solo era eso, pero ahora tengo otro rol».

Tan distinto que a veces no sabe qué va antes, apurada por las exigencias que siempre conlleva la maternidad. «La vida te cambia por completo. Cuando eres una atleta de un deporte individual como el tenis, solo piensas en ti, te concentras para ti. Lo que necesitas, lo que tienes que hacer… Ahora no, ahora tengo que pensar en mi hijo y tengo que aprender todavía un montón de cosas y también gestionar y hacer un equilibrio para ver qué debo hacer como madre y qué debo hacer para mi carrera. No está siendo nada fácil, pero sigo luchando».

La bielorrusa es ahora la número 50 del mundo y no gana un torneo desde Miami 2016, antes del niño. Es frecuente verle en las pistas de entrenamiento con su hijo y suele compartir imágenes con él en las redes sociales, más humana con el paso del tiempo. Aunque Leo tiene ya más de dos años, admite que todavía está en una fase de asimilación complicada, pero recuerda que aún tiene 29 años y le queda mucho por hacer. «Ser madre soltera y tenista es complicado. Ya de por sí, ser profesional del deporte tiene muchas exigencias. En estos momentos, estoy explorando otros territorios y espero ser un ejemplo. Es duro, pero lo intento. De todos modos, trato de ser optimista. Y lo soy, tengo que serlo, no puedo ser negativa y estar de malas todo el día. Sobre todo porque me perjudicaría en la pista y fuera de ella. Hay que seguir en la vida por muy difícil que sea todo o pese a que asuste el momento, no me puedo rendir, lucharé hasta el final porque es lo que debo hacer y necesito esa actitud, ganaré».

Otros ejemplos

Con todo, Azarenka está orgullosa y menciona otros casos que deben servir para que en el futuro no haya, lo dice ella, techos de cristal. «Esta situación está cambiando poco a poco. Hay ejemplos buenos, y de gente importante como Kim Clijsters, Serena Williams y su vuelta, yo misma… Va a cambiar la percepción. Estamos, simplemente, buscando cómo hacerlo de la mejor manera, y debemos servir de ejemplo. Muchas jugadoras top quieren ser madres. Y estoy convencida de que habrá una gran diferencia en los próximos diez años. Se avecina una época muy buena».

Sin la necesidad de preguntar, continúa con su discurso. «Ser mujer no es fácil, y llegará el momento en el que no tengamos que escoger entre una cosa u otra. Mejoraremos, y hay que seguir este camino. Insisto, se trata de encontrar el equilibrio, el valor de luchar por las cosas, aprender de los ejemplos que tenemos… No quiero decir que ser madre sea negativo, que no se entienda así. Lo que digo es que es muy difícil serlo y luchar en la elite. Hay ayuda y han cambiado las reglas en el tenis sobre la maternidad. Estamos dando pasos, pero tenemos que seguir avanzando. Cuando una mujer quiere formar una familia y seguir con su trayectoria, debería tener facilidades. La maternidad a veces asusta, necesitas trabajar y a su vez el apoyo del sistema para estar tranquila». Ella, que juega hoy contra Danielle Collins, poco a poco lo está más, pero aún queda.

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