Fabio Quartararo, durante la jornada de clasificación del GP de Francia – GP Francia

Con solo veinte años, aspira a ser el primer piloto francés en triunfar en casa

Para desayunar, plátanos con avena y leche de soja con un poco de miel. Para divertirse, videojuegos. Para vivir, Andorra, con su amigo y escudero Tom Maubant. Es lo que necesita Fabio Quartararo (Niza, 1999) para sonreír, siempre, mostrando esos dientes que nunca han pasado por un corrector, y delatada su juventud en el acné y la facilidad para contestar sin demasiados filtros. Sonríe porque está en la élite del motociclismo más por convicción que buenos resultados, y aún menos títulos, en ligas menores. Ha subido los escalones de dos en dos pero, al final, ha encontrado su sitio, por envergadura, ambición y descaro: los récords de precocidad están a su alcance.

En el Gran Premio de España se sentó a la mesa con los grandes y en la pista, en la sesión de clasificación, los hizo pequeños. Por 49 días, le arrancó la etiqueta de piloto más joven en lograr una primera posición de la parrilla al mismísimo rey Marc Márquez, y, en carrera, solo un fallo mecánico le impidió demostrar todo su potencial en largas distancias. Entonces, la sonrisa de Quartararo se convirtió en un alarido de dolor, de rabia. Las lágrimas que también delatan su juventud.

Hoy en Le Mans, «el Diablo» –así se hace llamar– quiere otro hito: ser el primer francés en triunfar en casa en MotoGP. Sería, con 20 años y 28 días, otra vez más joven que Márquez. No se conforma con menos después de ser uno de los mejores en la pretemporada y dar buena cuenta de otros pilotos más veteranos y con motos de fábrica –Maverick Viñales y Valentino Rossi– de todo lo que puede hacer con una Yamaha en sus manos. No hay un francés en el primer cajón en una carrera local desde Pierre Monneret en 1954, en Reims –Johann Zarco fue segundo en Le Mans en 2017–. YQuartararo tiene prisa.

«Hijo» del motociclismo actual, se subió a una moto bien temprano en Niza y a los siete años ya estaba en España en pleno despegue de su trayectoria. Pasó como un vendaval por todas las competiciones de promoción y dio nombre a una Ley para que lo dejaran participar en el Mundial sin tener que esperar a tener los 16 años, y sin perderse así las tres primeras citas.

Trayectoria irregular

Cumplió a medias con las expectativas en ese 2015 de Moto3, con Emilio Alzamora como mentor:dos podios en su año del estreno y más frustraciones que alegrías en el segundo curso, con dos cuartos puestos como únicos recuerdos de lo que prometía. En 2017, decidió apuntarse a Moto2: una sexta plaza en San Marino fue el único consuelo. Pero el talento seguía ahí, agazapado. Por fin en 2018, triunfo en Cataluña y segundo en Países Bajos. Palmarés escaso para la mayoría de pilotos, a Quartararo le bastó para saber que quería más, que ese tampoco era su sitio. Se aseguró un puesto en la máxima categoría tras el adiós de Pedrosa en el equipo satélite de Yamaha, y a volar.

«¡Muchos decían que no estaba preparado!», se reivindica después de su despliegue en la pretemporada y en estas cuatro carreras iniciales del campeonato. Ayer, un fallo al elegir los neumáticos lo relegaron hasta el décimo puesto, lejos de la «pole» de Márquez. Toca remontada. Una gesta al alcance del principito que hoy juega en casa.

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